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El devastador terremoto que enlutó y unió a los ecuatorianos

QUITO, ECUADOR.- El pasado 16 de abril, Ecuador se enfrentó a una de las más terribles tragedias devastadoras desde 1979. Un terremoto de 7,8 grados de magnitud que golpeó a varias ciudades del litoral, dejando a su paso: destrucción, pánico y desolación.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa. llora abrazado a uno de los damnificados, en la zona del desastre. (AP)

El presidente de Ecuador, Rafael Correa. llora abrazado a uno de los damnificados, en la zona del desastre. (AP)

42 segundos bastaron para que, según datos de la Secretaría de Gestión de Riesgos. 659 personas fallecieran y muchas otras las que pudieron, abandonaron sus ciudades y se refugiaron en las montañas, donde aún permanecen, carentes de asistencia.

Los capitalinos y todos los que no estábamos en la zona cero, también, vivimos aquel “terrible” sábado. Mientras que en la provincia más afectada por el movimiento telúrico, Manabí, muchos daban su último aliento. Esa noche, en menos de un minuto, todo cambió. La tragedia enlutó a la nación y a todos los ecuatorianos el corazón se nos fragmentó.

La información del que llamaríamos, en redes sociales, #TerremotoEc, la recibimos de mano de los ciudadanos y medios de comunicación. No obstante, las primeras horas, fueron los usuarios de las redes, más no los medios, quienes llenaron de información los timelines de los ecuatorianos. “Colapsó un puente en Guayaquil”, “explotó un generador de energía en el sur de Quito”, “así quedó el Supercines de Guayaquil”. ¿Qué sabíamos de Pedernales, Portoviejo, Jama, Muisne? Nada. Estaban incomunicados, sin luz, unos ya sin familia, otros en tinieblas, inmóviles y enterrados bajo los escombros.

Cerca de una hora y media después del terremoto, la información empezó a ser difundida por los medios ecuatorianos. En cadena nacional, el vicepresidente anunciaba el Estado de Excepción. En redes sociales circulaban las fotografías del desastre -por lo menos de los lugares donde existía conexión móvil-. En ese instante, cuando los ecuatorianos encendíamos nuestros televisores, el temblor se había “convertido” oficialmente en terremoto.

DEJAMOS AL MUNDO CON LA “BOCA ABIERTA”

Para los equipos de rescate, el reloj empezaba su cuenta regresiva. Había que salvar a quienes estaban bajo esas edificaciones que, hace solo tres horas, habían sido parte de su ciudad, parte de sus vidas. Foto Ricchie B. Tongo (EFE)

Para los equipos de rescate, el reloj empezaba su cuenta regresiva. Había que salvar a quienes estaban bajo esas edificaciones que, hace solo tres horas, habían sido parte de su ciudad, parte de sus vidas. Foto Ricchie B. Tongo (EFE)

Sin embargo, fue en ese momento cuando lo “imposible” sucedió. Los ecuatorianos nos organizamos con tanta rapidez que dejamos al mundo con la “boca abierta”. Los municipios, instituciones estatales, fundaciones e inclusive civiles, se movilizaron a la zona. Para los equipos de rescate, el reloj empezaba su cuenta regresiva. Había que salvar a quienes estaban bajo esas edificaciones que, hace solo tres horas, habían sido parte de su ciudad, parte de sus vidas. Se debía atender a los heridos, había que consolar a quienes sobrevivieron, pero que lo perdieron todo.

Quienes fueron a la zona afectada, se encontraron con una carretera intransitable. Cuando llegaron, fueron testigos de lo indescriptible, de lo trágico. El miedo, sin duda, estaba en el aire, los llantos, la desesperación, la oscuridad, pero también, aún entre la destrucción nacía la esperanza.

Quienes decidieron quedarse en sus ciudades empezaron  a convocar a todos quienes conocían para donar lo que hiciere falta: víveres, ropa, medicinas, etc. Desde ese día, los centros de acopio empezaron a trabajar… y aún continúan.

Los días posteriores estuvieron llenos de cifras sobre las personas fallecidas, desaparecidas, edificios afectados, réplicas, información falsa, confusiones en cuanto a donaciones, civiles que habían acudido como voluntarios y que, por el shock, se volvían otros a quienes cuidar, titulares amarillistas, críticas al gobierno, a los civiles, a quienes difundían información falsa, a quienes compartían esa información en sus redes sociales, etc.

POR PRIMERA VEZ LOS ECUATORIANOS OLVIDARON SUS DIFERENCIAS

Quienes decidieron quedarse en sus ciudades empezaron  a convocar a todos quienes conocían para donar lo que hiciere falta: víveres, ropa, medicinas. Desde ese día, los centros de acopio empezaron a trabajar… y aún continúan. Foto Carlos Narea

Quienes decidieron quedarse en sus ciudades empezaron a convocar a todos quienes conocían para donar lo que hiciere falta: víveres, ropa, medicinas. Desde ese día, los centros de acopio empezaron a trabajar… y aún continúan. Foto Carlos Narea

No obstante, esos días también estuvieron llenos de esperanza. Centros de acopio a rebosar – no solo por los víveres, sino también por los voluntarios-, congestionamiento en las vías que conducían a la zona de desastre por los camiones cargados de provisiones, ayuda internacional, noticias de personas rescatadas, testimonios de supervivencia. Por primera vez, los ecuatorianos  dejaron de lado su ideología política, religiosa, sus diferencias y se unieron por una causa, hubo tanto amor en un país, tanto amor contenido dentro de nuestras fronteras.

Fue impresionante ver cómo cada uno, desde su ‘trinchera’, hacía lo que sabía, nadie dudó en ayudar. En redes sociales se observaba cómo, de una u otra forma, los diseñadores gráficos, los artistas, los editores de videos y los usuarios en general, hacían lo posible para alentar a un país que aún se enjugaba las lágrimas. Aquí, es importante citar lo que Francisco Herrera Aráuz, de Ecuamex, escribía para el diario online Ecuador Inmediato: “Un punto noble debe reconocerse en quienes están en el arte, el deporte, la música. No han dudado un segundo en rescatar el ánimo de todos (…) Tras varias horas salieron a flote videos con mensajes, gráficos, fotos, pinturas, recuerdos y valores que estimulan a seguir. Ellos también se pusieron la patria al hombro para que entre todos asumamos la tarea de volver a levantarnos…”

TESTIMONIOS DE SUPERVIVENCIA

Sin lugar a duda, los testimonios de supervivencia, de quienes estuvieron horas e incluso días bajo los escombros, fueron el aliciente para la nación.

Una de las historias más conocidas fue la de Pablo Córdova, quien era administrador del hotel El Gato, en Manta. Su hotel, se sumó a otras edificaciones que se destruyeron durante el terremoto, y lo dejó a él atrapado, durante 40 horas, bajo los escombros del que algún día fue su fuente de ingreso.

Una de las historias de rescate más conocidas fue la de Pablo Córdova, quien era administrador del hotel El Gato, en Manta. Su hotel, se sumó a otras edificaciones que se destruyeron durante el terremoto, y lo dejó a él atrapado, durante 40 horas, bajo los escombros. Foto AP

Una de las historias de rescate más conocidas fue la de Pablo Córdova, quien era administrador del hotel El Gato, en Manta. Su hotel, se sumó a otras edificaciones que se destruyeron durante el terremoto, y lo dejó a él atrapado, durante 40 horas, bajo los escombros. Foto AP

Pablo sobrevivió y alertó a su familia que se encontraba bajo los nueve pisos destruidos de su hotel. Para sus familiares, quienes ya habían adquirido el ataúd, esto les devolvió la esperanza. El administrador del hotel fue rescatado por los equipos de las Fuerzas Armadas, provenientes de Cuenca y del Cuerpo de Bomberos de Bogotá, Colombia.

Otras personas, que también fueron rescatadas el mismo día que Pablo, narraron sus horas bajo la oscuridad. Líber y su esposa también quedaron atrapados, al final, solo él se salvó. En una entrevista para la televisión nacional, contó que su esposa sobrevivió hasta la réplica de 6,3 grados, luego de esta, le dijo que se salvara para que pudiera ver a su hijo, le pidió que la abrazase y murió. “Me dijo que siempre me amó”, indicó con tristeza Líber.

Yadira, es otra de las sobrevivientes, pasó 58 horas bajo los escombros, ella fue la última persona con vida que pudo ser rescatada, sin embargo, fue testigo de cómo las más de veinte personas que hablaban con ella en la oscuridad fallecían. En una entrevista que ella concedió a Teleamazonas expresaba que se considera una “mujer fuerte” y que para “los días se hicieron larguísimos”, pensó que “había pasado un mes” atrapada. Pese a esto, la ayuda llegó.

Fueron tan pocos los segundos en los que todo cambió que una niña, quien también fue rescatada por oficiales de la Policía Nacional, al estar fuera de los escombros no dejó de preguntar “¿Qué pasó?”, mientras el efectivo le respondió “un terremoto, pero ya está todo bien, tranquila”.

El trágico desastre natural en Ecuador dejó un saldo que sobrepasó las 400 personas fallecidas. Foto  AP

El trágico desastre natural en Ecuador dejó un saldo que sobrepasó las 665 personas fallecidas. Foto AP

Uno de los casos que llenó de alegría al país fue el nacimiento de un bebé, como publicó la revista Vistazo. “Para los habitantes de la parroquia San José de Chamanga, en Esmeraldas, nunca antes el llanto de un niño les había traído tanta alegría. El potente gemido provenía de una bebé que nació el 20 de abril, en una Unidad Móvil del Ministerio de Salud, en medio de la devastación de esta localidad”. Una vida florecía en medio del dolor.

Las historias, que conmovían al país, no solo se daban en la zona cero sino también fuera de ella. Un hombre de la tercera edad, cuyo sustento de vida consiste en vender empanadas, se acercó en su bicicleta a la Tribuna de la Shirys, en Quito, donde se estaban receptando donaciones, y dio todo lo que tenía para ayudar a los damnificados. Su obra se difundió en redes sociales donde las personas alegaban que “quien menos tiene, es quien más da”.

RAFAEL CORREA ELOGIÓ LA VOLUNTAD DEL PUEBLO

El presidente Rafael Correa, declaró “luto nacional” por ocho días. Durante el momento del anuncio, acertadamente manifestó: “inmensa es la tragedia, pero mayor aún es la voluntad del pueblo ecuatoriano de continuar, avanzar y alcanzar el Buen Vivir. Mi gratitud eterna a todos que han demostrado solidaridad, un gran compromiso y responsabilidad”.

Hay que decir que esto nos cambió los planes, nos cambió la vida. Una semana después del terremoto, la búsqueda por supervivientes se detuvo, las máquinas empezaron a retirar los escombros; lo que significa que llegó el momento de reconstruir, de levantarse. Es aquí donde los ecuatorianos debemos probar que nuestra memoria colectiva no es frágil para así no olvidar que la ayuda aún es importante. Son los meses posteriores cuando debemos seguir ayudando con más ganas, cuando debemos de pensar, una y otra vez, en cómo continuar asistiendo a quienes aún lloran sus pérdidas, a quienes aún se refugian en las montañas por temor a otra catástrofe.

El sentirnos “hermanos” y ayudar a quienes fueron afectados fue lo más estupendo, que nos ha pasado en años. Foto AFP

El sentirnos “hermanos” y ayudar a quienes fueron afectados fue lo más estupendo, que nos ha pasado en años. Foto AFP

El terremoto midió la capacidad de respuesta a la catástrofe de los ecuatorianos, pero más allá de esto, sacó lo mejor de nosotros. El sentirnos “hermanos” y ayudar a quienes fueron afectados fue lo más estupendo, que nos ha pasado en años. Sin duda, no podremos devolver las vidas humanas que se extinguieron en los 42 segundos que duró el terremoto, tampoco podremos reconstruir los recuerdos felices que se destruyeron con las edificaciones, y no sabremos contestar jamás por qué solo 113 sobrevivieron debajo de los escombros. Lo único que podemos hacer es continuar demostrando que, los ecuatorianos -de nacimiento y de corazón-, podemos ser uno solo para llevar algo de esperanza a los lugares donde se creyó que nunca más se volvería a ver la luz.

POR YALILÉ LOAIZA

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