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Ni regalar derechos, ni explotar permisos

POR: AMELIA MARIA DOVAL

Las elecciones se aproximan, ambos partidos se lucen en escena tratando de ganar la mayoría de los aplausos aunque después las promesas vayan al olvido. El Dream Act es la piedra en el zapato, la posible solución sin solución, múltiples respuestas, utopías, procesos, votaciones, muchas esperanzas y al final nada.

La estrategia es causar la impresión que los políticos interesados, están ante el gran dilema de encontrar el método adecuado. La guía es provocar que  existan distanciamientos, criterios diversos ajustados a la urgencia de una respuesta, tergiversaciones de lo mismo. El fin y el principio, es el perro mordiendo la cola. El que más palabras bonitas diga será el ganador de los votos.

Entre las versiones está el Dream Act a lo Marcos Rubio, una muestra de la caja de regalo sin derecho a abrirlo. No es inconformidad lo que se expresa, ni reacción inadecuada.  Deberíamos analizar esta idea, entonces entenderíamos que no es justa la propuesta, el intercambio es totalmente desigual.

La premura es encontrar una solución momentánea que baje el tono de la voz de quienes están describiendo las consecuencias negativas del proceso pues, según ellos, traería una ola migratoria y una legalización en masa, por otro lado y en la misma medida se procura un silencio de los interesados.

Es cierto que valorar una ley arbitraria que concediera el derecho a obtener la ciudadanía  a todos los inmigrantes ilegales, amparados en una amnistía, es absurdo, pero hablar con palabras de domesticador para engañar con un convenio que implica una negociación no equitativa es mucho más que absurdo.

A muy corto plazo se refiere a la obtención de la residencia, una  “Green Card” con condiciones, un documento ceñido a la desigualdad. Un préstamo de tiempo a cambio de una prueba de voluntad. Los inmigrantes de buena conducta serían los “beneficiados-deudores”, porque en este intercambio obtendría un permiso inseguro de permanencia  a cambio de entregar el 100% de sus esfuerzos.

Las leyes se hacen, rehacen, multiplican y crean para beneficio de una población que espera ver protegidos sus derechos, también como vía de castigar las ilegalidades que atentan contra la sociedad. Cuando las leyes se emplean para fines cruzados entonces es evidente que algo está dejando de funcionar dentro del gobierno.

Si los que tienen buena conducta, cumplen con la ley del país formando parte del ARMY, estudian y son ciudadanos que aportan tienen algún derecho, debe ser el de ganarse la condición de ser un ciudadano legal y establecido. Si no es así ¿quién pierde? Evidentemente que ambas partes, porque el gobierno dejaría escapar un ser humano capacitado, disciplinado, un cerebro pensante y dos brazos trabajadores, que lejos de pedir ofrecen.

De no aceptarlos el país estaría despreciando a sus propios hijos, adoptivos o no, para a cambio entregarlos a un mundo desconocido e inseguro. La otra alternativa es la propuesta del señor Rubio de una concesión a medias. Estarían creando un nuevo ciudadano que pertenece a la nada, un miembro de un país fantasma, un cero sin izquierdas ni derechas.

Los jóvenes aportarían mucho más que otros ciudadanos, sin embargo no tendrían derecho a opinar o determinar. Sus alas serían sólo para trabajar y no para volar en una sociedad que está necesitando cada vez más de personas de buena voluntad que dejen de pensar en recibir a cambio de dormir, estos son los que más daños hacen.

Debemos recordar que estas personas no están proponiendo una ayuda de Welfare, están demostrando, mucho antes que son agradecidos. Son hombres y mujeres que conocen del sacrifico de la entrega, que respetan este país y a su gente. Ellos no quieren comprar la ley, ni obtenerla por la fuerza, ni están exigiendo un adelanto de confianza, sino que están esperando ser tenidos en cuenta una vez que han demostrado su buena voluntad y la compresión del derecho que se les ha concedido. No es justo ofrecerles migajas.

En una sociedad de consumo, donde prevalece la oferta y la demanda y donde cada transacción tiene un precio, esta negociación no es justa pues sólo lleva el valor interno de la  inseguridad. Deben existir otros métodos, una manera de compensar a los que tienen un buen comportamiento y lo merecen, una posibilidad de establecer un compromiso bilateral, ajustado a las exigencias básicas de cada parte.  Estados Unidos necesita de estos jóvenes tanto como ellos de su introducción a la sociedad, y su aceptación. No es regalar el derecho, ni tampoco explotar el permiso.

 

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