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El Partido Republicano apura sus opciones para frenar a Trump

Los republicanos barajan la opción de crear un tercer partido para competir con el magnate

La última esperanza de los republicanos es que Trump no consiga en las primarias que quedan los delegados que garantizarían su nominación automática (1.237), con el objetivo de que la convención republicana de julio pueda maniobrar y designar un candidato alternativo.

La última esperanza de los republicanos es que Trump no consiga en las primarias que quedan los delegados que garantizarían su nominación automática (1.237), con el objetivo de que la convención republicana de julio pueda maniobrar y designar un candidato alternativo.

Las opciones del Partido Republicano para frenar a Donald Trump como candidato en las elecciones presidenciales de Estados Unidos son cada vez más escasas. Las victorias que el magnate consiguió en las primarias celebradas el martes le acercan aún más a la nominación, para desesperación de las élites conservadoras, que buscan sin éxito fórmulas que bloqueen la designación del showman.

Su última esperanza es que Trump no consiga en las primarias que quedan los delegados que garantizarían su nominación automática (1.237) con el objetivo de que la convención republicana de julio pueda maniobrar y designar un candidato alternativo.

Sin embargo, Trump avanza con paso firme hacia una designación que hace solo unos meses parecía imposible para muchos. El paso del tiempo ha demostrado que fue un error minusvalorar al hombre de negocios, al presentador televisivo, al político recién llegado que maneja la demagogia con soltura y que ha sabido conectar con los millones de estadounidenses que están enfadados con su clase dirigente.

Los primeros que incurrieron en el error de infravalorar a Trump fueron los republicanos, que han visto cómo el magnate ha ido aplastando en las urnas a los candidatos del establishment. El primero en sucumbir ante la fortaleza del magnate fue Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes de Estados Unidos, y el martes se hundió el senador de Florida Marco Rubio, que perdió de forma humillante en su Estado ante Trump.

El joven político de origen cubano, que representaba los valores conservadores de forma ortodoxa, se marchó pidiendo cambios en el establishment republicano y advirtiendo de que el país vive “una tormenta política” que ha polarizado a la sociedad estadounidense.

Y es en esa tormenta, causada por la devastadora crisis económica que ha empobrecido a las clases medias y por debates muy sensibles cómo la inmigración o el terrorismo, en la que Trump ha sabido desenvolverse como ningún otro candidato con su lenguaje incendiario y sus propuestas escandalosas, como construir un muro en la frontera con México o prohibir la entrada al país a los musulmanes.

Tras la rendición de Rubio, los republicanos confían en llegar a la convención de julio sin que Trump sume los delegados que le darían de forma automática la nominación (1.237). Hasta el momento, el magnate acumula 646 representantes.

Si Trump no llega a la convención de julio con la cifra clave, el Partido Republicano tendría una última opción, a la desesperada, de forzar acuerdos entre los otros dos candidatos en liza, el senador de Texas, Ted Cruz, y el gobernador de Ohio, John Kasich, que el martes consiguió imponerse en las primarias en su Estado.

Otra opción que está en la mente de los republicanos pasa por crear un tercer partido para competir en las elecciones presidenciales de noviembre con Trump, una apuesta muy arriesgada que dividiría el voto conservador y allanaría el camino al aspirante demócrata, previsiblemente Hillary Clinton.

Los movimientos, en cualquier caso, se están acelerando a medida que el magnate va acumulando victorias (el martes ganó en Carolina del Norte, Illinois y Florida y empató con Cruz en Misuri). John Boehner, que el pasado mes de septiembre dimitió como presidente de la Cámara de Representantes por las presiones de los sectores más conservadores, ha propuesto como candidato de consenso a Paul Ryan, su sucesor en el cargo.

Esta propuesta es especialmente significativa por la autoridad de Boehner, que durante cuatro años ocupó el tercer puesto institucional con más poder en EE UU. Sin embargo, Ryan, de 46 años y al que muchos republicanos ven como un aspirante presidencial en el futuro, no está dispuesto a participar en esta operación. “No estoy pensando en eso. Estoy feliz donde estoy”, afirmó Ryan.

Trump es consciente de todas estas intrigas que buscan frenar su nominación. Y aunque en los últimos días ha estado más conciliador con el aparato republicano, también ha lanzado mensajes de advertencia ante la posibilidad de que se le apee de la candidatura presidencial en la convención republicana aunque llegue a la cita como el aspirante que acumule más delegados. El magnate ha asegurado que esta decisión provocaría “revueltas” en las bases republicanas.- El País

POR LUIS BARBERO

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