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Maduro mantiene ‘receta del hambre’ y venezolanos ‘viven’ con remesas

Solo en el 2017 US$ 2.000 millones entraron a Venezuela por esa vía. Cifra se doblaría este año.

 

Los enfermeros venezolanos cumplieron este viernes el quinto día de protestas en demanda de mejoras salariales. Foto: EFE / Cristian Hernández

Los enfermeros venezolanos cumplieron este viernes el quinto día de protestas en demanda de mejoras salariales. Foto: EFE / Cristian Hernández

“Voy a iniciar una gran ofensiva para crear una nueva economía que satisfaga las necesidades verdaderas del pueblo, un nuevo comienzo económico”. La promesa del candidato-presidente Nicolás Maduro hecha en febrero pasado quedó, una vez más, en una quimera.

Solo los venezolanos que cuentan con la ayuda de algún familiar en el exterior o tienen algún ingreso en dólares pueden capear el temporal de la hiperinflación, que solo en mayo aumentó 110 por ciento y que acumuló 1.995 por ciento en lo que va de año, según cálculos de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.

Estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo concluyen que en el 2017 ingresaron al país al menos 2.000 millones de dólares a Venezuela por concepto de remesas y el vaticinio es que la cifra se duplique este año gracias a la migración masiva de venezolanos y al rápido retorno de cualquier cantidad de dólares para ayudar a sus familias.

Natacha Sánchez, una trabajadora informal que vive en Petare, le dijo a EL TIEMPO que recibe entre 20 y 50 dólares mensuales, lo que su hija, que se fue a Perú hace un año, puede mandarle. “Yo ni sé cómo hace mi hija, pero me llegan los bolívares a la cuenta, ella me dice que por ‘wasap’ en el teléfono vende lo que puede y a quien le vende me deposita”, explica.

La proliferación de pequeñas redes, a través de las redes sociales, es la forma encontrada por el venezolano común para sortear el férreo control de cambio vigente desde el año 2003.

Para tratar de captar algo de ese flujo de divisas, el régimen de Maduro ha tomado una sola decisión tendiente a la apertura: permitir desde comienzos de junio a la empresa de envíos Zoom recibir divisas y pagarlas a 2’200.000 bolívares por dólar, una cifra que supera 27 veces el monto del ‘dólar oficial’, el único que reconoce el Gobierno.

Ese precio del que ahora la gente llama “dólar remesa”, está más bien cerca del precio actual del “dólar paralelo”, que ronda los 2’700.000 bolívares y que es el marcador de facto de los precios en Venezuela.

Esa nueva tasa no ha sido abiertamente publicitada por el régimen de Maduro, un silencio que apenas esconde una nueva devaluación del bolívar cuyos efectos profundizan los estragos de una economía en la que un huevo cuesta casi 170.000 bolívares y un kilo de carne ya llega a los 5 millones de bolívares (dos dólares en el mercado negro), el nuevo sueldo mínimo que anunció el mandatario hace apenas dos semanas.

Protestas de enfermeros en Venezuela

Enfermeras se dirigieron al director de la Maternidad Concepción Palacios de Caracas para advertirle que no busque “silenciar la voz de protesta del gremio”.

Pero más allá del reconocimiento de un nuevo valor al dólar, un mes después de la cuestionada votación presidencial que extendió su mandato por otros seis años, las decisiones de Maduro en materia económica repiten la cartilla que tiene al país en situación agónica. Además del aumento de sueldo número 21 en su gobierno, el “nuevo comienzo” anunciado por el mandatario lo marcó la salida de Tareck El Aissami de la vicepresidencia Ejecutiva y su nombramiento como vicepresidente del Área Económica.

Convencido, como el alto gobierno, de que Venezuela se encuentra bajo los efectos de una guerra económica, su primera decisión fue la ocupación de ocho grandes mercados populares en la búsqueda de supuestas mafias que remarcan los precios de los productos.

A la toma de esos mercados Maduro anunció otra medida conocida en la receta económica revolucionaria: fijar el precio de 50 productos de la cesta alimentaria en un operativo que ha llamado el ‘Plan 50’, una instrucción ensayada hasta el cansancio por Hugo Chávez y apuntada por los economistas como uno de los principales motores del desabastecimiento y la falta de producción.

Ninguna de estas decisiones ha frenado el galope de la inflación y los indicadores no paran de marcar el colapso del poder adquisitivo en el país. “Por eso es que los venezolanos que estamos viviendo acá todavía lo hacemos porque tenemos FE, ‘familiares en el exterior’”, bromea un doctor, profesor universitario que recibe remesas de su hija en EE. UU. “Gracias a ella podemos comer”, asegura.

POR VALENTINA LARES MARTIZ | EL TIEMPO

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