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Referéndum: Mensaje claro al régimen de Maduro

El referéndum realizado este domingo en Venezuela registró un mensaje inequívoco al régimen de Nicolás Maduro: ¡NO! a la Asamblea Constituyente que pretende modificar la actual constitución y otorgar poderes casi absolutos al presidente y al gobierno.

La ceguera de Maduro y de la clase militar consiste en ignorar la voz de la sociedad venezolana que demanda un cambio. Más de 107 días de sangrientas protestas en las calles de Caracas y otras ciudades, con la muerte de más de 100 jóvenes, hombres y mujeres víctimas de la violencia policíaca y la represión chavista.

La ceguera de Maduro y de la clase militar consiste en ignorar la voz de la sociedad venezolana que demanda un cambio. Más de 107 días de sangrientas protestas en las calles de Caracas y otras ciudades, con la muerte de más de 100 jóvenes, hombres y mujeres víctimas de la violencia policíaca y la represión chavista.

El referéndum fue convocado por el Congreso venezolano donde subsiste –con enorme esfuerzo– una oposición representativa que rechaza la modificación constitucional. La Asamblea Constituyente –cuyos integrantes serán votados el próximo 30 de julio– ha sido organizada por el Tribunal Supremo, que se encuentra bajo el control de Maduro y del gobierno. Por ende, el único resquicio institucional que resta a la oposición para impedir que se modifique la ley y se instale el actual régimen de forma permanente en el poder, es evitar que se realice la Asamblea Constituyente.

A las urnas de este domingo acudieron más de siete millones de personas y los resultados son elocuentes: 98 por ciento de los votantes dijeron que no a la Asamblea; exigen al Ejército –en una segunda pregunta– defender la Constitución y, en una tercera pregunta, llaman a la renovación de poderes. Se trata de una acción ciudadana, impulsada por el antichavismo que triunfó en las últimas elecciones legislativas (2015) y que demanda la realización de elecciones generales en Venezuela.

Tristemente el plebiscito no es vinculante, ni siquiera es reconocido por el gobierno o el presidente. Lo consideran una manifestación más de activismo político de las fuerzas antirrevolucionarias.

La ceguera de Maduro y de la clase militar consiste en ignorar la voz de la sociedad venezolana que demanda un cambio. Más de 107 días de sangrientas protestas en las calles de Caracas y otras ciudades, con la muerte de más de 100 jóvenes, hombres y mujeres víctimas de la violencia policíaca y la represión chavista.

Venezuela vive la cerrazón de la imposición, del rechazo a toda forma distinta de concebir al país o la sociedad; es la revolución impuesta, el bolivarismo obligatorio y a rajatabla a que condenó Chávez y después Maduro a su país desde hace 19 años.

Resulta una ironía cíclica el que estas revoluciones latinoamericanas que nacieron de forma legítima para combatir a regímenes autoritarios y represores, desiguales, inequitativos y abusivos, terminen en una deformada expresión de los mismos abusos y la corrupción al extremo. De aquella oligarquía venezolana que combatió Chávez, de la clase empresarial y política venezolana que dominaba 80 por ciento de la vida económica del país, frente a una extensa masa de la sociedad en la pobreza, hoy vemos resultados escandalosos. El PIB per cápita de Venezuela no se elevó en estos 18 años, sino que disminuyó sensiblemente; el número de camas de hospital por ciudadano –último dato disponible se mantiene con el mismo promedio del año 2000–; prácticamente desapreció la clase media, en vez de elevar los niveles de calidad de vida e ingreso de los venezolanos; el chavismo produjo la fantástica igualdad de emparejar a todos los que tenían mejores condiciones de vida, a la baja: pauperizó a la población; hay carestía, filas interminables en almacenes y centros de distribución, mercancías racionadas –como en periodo de guerra– que demandan horas a retirados y personas de la tercera edad para alcanzar un poco de harina, huevo y otros artículos básicos.

La riqueza petrolera de Venezuela –terceras reservas probadas en el mundo– ha sido dilapidada los últimos 18 años en financiar movimientos y administraciones de ‘colegas’ latinoamericanos. Chávez entregó miles de millones de dólares en petróleo, pero también en efectivo, a países como Nicaragua, Bolivia, Ecuador y hasta a Argentina, con el fin de apoyar planes, programa, gobiernos y campañas de quienes llamó “sus hermanos en la justicia Boliariana”: Daniel Ortega, Evo Morales, el entonces presidente Correa y la hoy investigada Cristina Kirchner.

Y qué decir de Cuba y su alianza con los Castro. Miles de barriles de petróleo entregados a Cuba a cambio de… “asesoría estratégica”, “innovación agrícola”, “bioingeniería” y demás fantasías inexistentes.

Cualquier venezolano, como los más de siete millones que votaron en contra de Maduro el domingo, pueden sentirse plenamente engañados y robados por un gobierno que dilapidó el principal –y casi único–producto natural de Venezuela: el petróleo.

Los robaron, les arrebataron el país bajo la falsa promesa de la igualdad democrática y la justicia social.

Hoy los venezolanos se preguntan ¿dónde quedó la igualdad y la justicia en un país que mata, reprime, raciona, censura, asesina y encarcela? ¿Dónde quedó la justicia social cuando hoy la pobreza es más extensa aún?

La oposición ha dicho que no cederá, utilizará el resultado del referéndum para ir hasta el Tribunal Supremo.

Las posibilidades reales de un cambio en el gobierno, de una aceptación y reconocimiento del plebiscito para detonar un proceso de convocatoria a elecciones, son remotas, prácticamente nulas.

Quedarán sólo los militares como última opción, cuando surja algún patriota que rechace la corrupción y la complicidad, para retirar el respaldo a Maduro. Ahí se acabará esta dolorosa, sangrienta, desgarradora historia de un país secuestrado por una revolución.

Por: Leonardo Kourchenko|El Globo

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