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Somos una especie en riesgo de destruirnos

VICTOR CORCOBA HERRERO

VICTOR CORCOBA HERRERO

La desgracia se sirve en bandeja. El mundo está evolucionando hacia una economía de depredadores, que hacen la vida insostenible a los más débiles, en un clima de ociosidad y salvajismo sin precedentes.

Deberíamos negarnos a estar al servicio de los mercados que no dignifican la vida de los seres humanos. No somos máquinas al servicio del poder de turno. Vivir en condiciones infrahumanas, realizar trabajos en circunstancias inseguras, entrar en el juego de injusticias, es verdaderamente una tragedia, con un costo humano incalculable.

Poseemos una serie de normas internacionales que protegen al ser humano y un sin fin de repertorios de buenas prácticas, así como numerosas fechas que nos recuerdan la fragilidad de las personas, sin embargo los riesgos son permanentes y continuos. Algo habrá que cambiar.

Todos tenemos un instante mágico, el instante del mundo será el día en que nos movamos hacia un sí por la igualdad y un no por la desigualdad. Al respecto, la lección del libro de la naturaleza es todo un paradigma: en toda la tierra el sol sale al romper el alba para todos los seres vivos y no establece distinciones.

Sea como fuere, ante el aluvión de peligros, cabe subrayar que la fortaleza ciudadana es lo que cuenta. Pienso que ha llegado el momento de sumar esfuerzos, entre todos, para que la seguridad y la salud en la cotidianeidad de la vida y, también en los trabajos, formen parte integrante de las estrategias destinadas a lograr un desarrollo más equilibrado y ético.

No se pueden seguir arrastrando las consecuencias de tantas maldades vertidas unos contra otros. Por desgracia, somos una sociedad en continuo riesgo, su reducción es una tarea que requiere la participación de todos los actores políticos, económicos y sociales. Las altas tasas de desempleo, la crisis de gobiernos, la corrupción, el negocio de las armas, ha desencadenado un círculo vicioso, que nos retrotraen al tiempo de las cavernas.

Si no hacemos algo por cambiar, pondremos en riesgo el planeta y, en consecuencia, también a los propios moradores. Somos una especie en riesgo de matarnos unos a otros. La escasez de agua que algunos soportan otros la derrochan, es un claro ejemplo de la indiferencia ciudadana, ante los problemas de sus semejantes. Los efectos de la contaminación del aire es otra muestra más del egoísmo humano. El egoísta sería capaz de pegar fuego a la casa del vecino para freír un huevo.

Por otra parte, el libre mercado no puede regir el comercio internacional de armas. Es una irresponsabilidad humana que los artefactos terminen en manos de quienes no debieran. Muchas armas se envían a países con un funesto historial de violaciones de los derechos humanos o a donde se intensifican los conflictos.

Dicho lo anterior, propongo la defensa de un mundo libre de riesgos humanos, mediante la reeducación de la gente, partiendo del ejemplar ejercicio de sus dirigentes. Con la educación puede el ser humano llegar a hacerse humano, o lo que es lo mismo, hermano de los suyos, teniendo en cuenta que el principio de toda acción educativa es predicar con el ejemplo. De lo contrario, seremos el peor enemigo de nosotros mismos.

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