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El infierno en los países de Centroamérica

Los países de Centroamérica son los más violentos del mundo: sus tasas de homicidios oscilan entre 40 y 90 por cada 100 mil habitantes. Durante el último medio siglo, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador no han sufrido más que guerras, revoluciones, golpes de Estado, terremotos, huracanes, problemas que en vez de resolverse se han venido agravando. A resultas de una endeble economía basada en las remesas, con la paz y la democracia la migración creció, la inseguridad se disparó, la zona se degradó. La violencia se volvió un problema cultural

Las Maras grupo criminal de Honduras

Las Maras grupo criminal de Honduras

Centroamérica es la región del continente más poblada y al mismo tiempo la más pobre, la que tiene más gente sufriendo desnutrición, la más amenazada y vulnerable a los desastres naturales, la más inestable políticamente, la que tiene más armas por habitante y la que expulsa más personas. Sus países han sido conocidos como “repúblicas bananeras”, famosos por sus brutales dictaduras y sus voraces oligarcas.

Esta región que en los ochenta fue centro de confrontación de la Guerra Fría, se ha convertido ahora en la más violenta, no sólo del continente, sino del mundo. En un poco más de medio siglo los centroamericanos han sufrido 12 golpes de Estado, una revolución, cuatro guerras, un genocidio, una invasión estadounidense, 18 huracanes y tormentas tropicales y ocho terremotos. A los 320 mil muertos por las guerras de los ochenta, se han sumado en los últimos 14 años más de 180 mil homicidios por la delincuencia.

Con la llegada de la paz y la democracia, sus economías han empezado a basarse en la exportación de personas y en la recepción de remesas y esto ha generado más refugiados que los ocasionados por las guerras y los desastres naturales. La exportación de personas es un negocio que en 20 años ha dejado más de 124 mil millones de dólares a los oligarcas que dominan las economías de Guatemala, Honduras y El Salvador. Más de seis millones de nacionales de estos tres países, que representan el 13% de la población de la región, han cruzado por México para llegar a Estados Unidos.

ESTALLIDO DE LA CRISIS HUMANITARIA

En este contexto estalló la crisis humanitaria provocada por la huida de decenas de miles de niños como una señal de que estos países están tocando fondo. Ya no se trata de unos emigrantes que quieren alcanzar un sueño, sino de gente que quiere escapar del infierno en que se han convertido sus países. La desintegración de familias y comunidades ha generado una delincuencia implacable y feroz que domina los barrios pobres, colocando a la gente ante la disyuntiva de huir o morir.

Mario Sandoval Alarcón, un político guatemalteco conocido como “el padrino de los escuadrones de la muerte”, que hablaba como el personaje de la película de Francis Ford Coppola, era líder del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) de Guatemala, una mezcla de partido político y paramilitarismo. Alarcón reconocía que el MLN era el partido de la violencia organizada. En Guatemala, Honduras y El Salvador, los regímenes militares enseñaron a matar a los ciudadanos al organizar a miles de civiles bajo formas paramilitares a quienes encargaron la guerra sucia. La privatización de la violencia fue en estos países una política de Estado durante muchas décadas.

La violencia de los gobiernos llegó en el pasado a extremos tales como el asalto policial e incendio a la embajada de España en Guatemala en 1980 provocando la muerte a 37 personas o el asesinato en noviembre de 1989 de seis académicos jesuitas en su casa por un batallón elite del ejército salvadoreño entrenado por Estados Unidos. Ahora en el presente, entre 2003 y 2012, en Honduras, en el contexto de políticas de “mano dura”, tres centros penitenciarios han sufrido incendios “accidentales” en los cuales 534 presos han muerto calcinados.

El paramilitarismo en Guatemala se llamó “Patrullas de Autodefensa Civil”, en El Salvador “Servicio Territorial”, y en Honduras el nombre más conocido fue “Mancha Brava”. En estas organizaciones participaron cientos de miles de campesinos que se encargaban de controlar, reprimir y matar a otros campesinos. En las ciudades los escuadrones de la muerte asolaron y aplicaron la “muerte ejemplar” contra los opositores, torturando, descuartizando, decapitando y exhibiendo los cuerpos mutilados.

Poner la cabeza de alguien en el vientre de otro muerto, colgar cadáveres, quemar vivas a las personas y muchas otras barbaridades fueron cotidianamente utilizadas para generar terror. Esto volvió la violencia un problema cultural, los ciudadanos aprendieron a matarse para resolver diferencias de todo tipo y hoy los delincuentes usan el descuartizamiento y la exhibición de las víctimas como procedimiento cotidiano, igualmente, para generar terror.

Los Salvatrucha, otro grupo delincuecial de El Salvador.

Los Salvatrucha, otro grupo delincuecial de El Salvador.

“KAIBILES”, FAMOSA POR SU CAPACIDAD DE MATAR

La fuerza elite del ejército de Guatemala, conocida como “kaibiles”, es famosa por su capacidad de matar de formas terribles, sin importar a quien. Esta fuerza es entrenada en un centro de instrucción llamado “El Infierno” y tuvo gran responsabilidad en la ejecución del genocidio contra los indígenas en los ochenta. Muchos kaibiles son ahora capos del narcotráfico en Guatemala y otros se integraron a los cárteles mexicanos.

El escritor guatemalteco Rodrigo Reyes, en su novela Los sordos, llama a los kaibiles “los Frankenstein de la contrainsurgencia” y dice lo siguiente: “En el tercer milenio, Guatemala ejercía por fin alguna influencia en la cultura mexicana: los ex kaibiles empleados por los barones de la droga como guardias personales habían introducido en el gigante norteño la práctica de la decapitación ritual como método intimidatorio”.

Aunque se requiere una investigación más profunda, sí se puede afirmar que los kaibiles guatemaltecos han tenido un rol determinante en enseñar y extender las técnicas de matar que ahora emplean los cárteles mexicanos de forma cotidiana para intimidar y asegurarse obediencia. No hay en México antecedentes de “muertes ejemplares” de ese tipo y menos en las cantidades que ahora se conocen. Incluso en Venezuela o Brasil, que tienen niveles altos de violencia, estas formas de matar no están extendidas. Sólo existen en el presente en Guatemala, Honduras, El Salvador, México y en Colombia en donde son cada vez menos comunes.

En los ochenta México fue el protagonista más importante en los esfuerzos por la pacificación vía negociaciones políticas en las guerras insurgentes y contrainsurgentes que afectaron directa o indirectamente a todos los países, desde Panamá hasta Guatemala. Esto implicó enfrentar la política exterior de la administración Reagan. El nivel de involucramiento de Estados Unidos en el conflicto centroamericano en los ochenta, le dio a éste una relevancia que no ha tenido ningún otro en el continente.

En esos años Estados Unidos fue indiferente frente al genocidio de miles de indígenas en Guatemala; estableció bases militares en Honduras; hizo la guerra a Nicaragua armando y entrenando un ejército de 40 mil contrarrevolucionarios; en términos prácticos gobernó El Salvador y en 1989 invadió Panamá directamente con sus tropas. En esa época Centroamérica fue para Latinoamérica lo más parecido a Vietnam. Durante una década, más de 400 mil hombres armados, que comprendían revolucionarios insurgentes, contrarrevolucionarios y fuerzas armadas nacionales, se involucraron en un conflicto que abarcó a seis países y dejó más de 320 mil muertos.

Al final la política de México tuvo éxito, aquellos conflictos se resolvieron por vía negociada, los insurgentes de izquierda moderaron sus posiciones y Estados Unidos dejó de apoyar dictaduras y terminó aceptando a las izquierdas. Sin embargo, la violencia política de los ochenta no tuvo consecuencias directas graves para México. Las migraciones no fueron significativas, se establecieron algunos campos de refugiados para albergar a los guatemaltecos en la frontera sur que incluso retornaron a su país. Se puede especular que el intento de rebelión en Chiapas tuvo conexión con lo ocurrido en Centroamérica, pero esa rebelión fue controlada prácticamente sin usar fuerza, aplicando extensos programas sociales y siendo tolerantes con los zapatistas.

CON LA PAZ Y LA DEMOCRACIA LA MIGRACIÓN DE CENTROAMERICANOS SE DISPARA

Paradójicamente, con la paz y la democracia la migración de centroamericanos hacia el norte se disparó y no ha parado de crecer. Esto tiene consecuencias graves y directas para México. Conforme el deterioro de Centroamérica ha venido creciendo, la frontera sur ha venido degradándose en la seguridad y en lo social sin que esto pueda contenerse dado que los orígenes del problema no están en México. Ha comenzado a producirse una fusión entre los problemas de seguridad de ambos lados de la frontera.

En los ochenta toda Centroamérica estaba envuelta en los conflictos, pero los cambios que trajo la paz tuvieron efectos diferentes en los tres países del norte y en los tres del sur. La migración de nicaragüenses fue hacia Costa Rica y esto benefició a ambos países. Panamá ganó estabilidad política y la recuperación del Canal le ha traído mucho progreso. En ese sentido el problema principal son Guatemala, Honduras y El Salvador. Estos tres países constituyen sociedades históricamente muy violentas y en la actualidad sus tasas de homicidios oscilan entre los 40 y 90 por 100 mil habitantes.

Resultado de estar ubicados en la ruta del narcotráfico, grupos del crimen organizado se apoderaron de porciones de sus territorios y, a consecuencia de la emigración y las deportaciones, desde Estados Unidos surgió y volvió para enraizarse en los barrios urbanos de estos países un fenómeno de pandillas conocido como “maras”, con magnitud de gran desastre social y criminal.

Ambos, crimen organizado y pandillas, se han transformado en poderes paralelos que le compiten en autoridad a sus débiles Estados. No hay indicadores de que la situación de Guatemala, Honduras y El Salvador vaya a mejorar, por el contrario, lo previsible es que en los próximos años tenderá a empeorar mucho más. La violencia y el deterioro social han sido imparables en los últimos 15 años. La Página

POR JOAQUÍN VILLALOBOS

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